Nida es una de las poblaciones más famosas del Istmo de Curlandia de Lituania integrada junto a Juodkranté, Pervalka y Preila, en el municipio de Neringa.
Durante décadas fue el destino de vacaciones e inspiración de artistas e intelectuales. Hoy casi la mitad de la población del istmo -alrededor de 3.500 habitantes- viven en Nida. Las imponentes dunas cercanas a Nida invitan a pensar que estamos en África. De hecho sus propios habitantes lo denominan el Sáhara de Lituania.
El istmo de Curlandia invita a rebajar el ritmo y si la idea es solo venir un día y con prisas, nos daremos cuenta de que es mejor alargar la estancia. Aquí los ritmos, pese a los viajero de vacaciones, son lentos. Se nota en el cuidado que se pone en la gastronomía local de los restaurantes, en los paseos entre los bosques, o en las extensas charlas que podemos tener si visitamos la casa veraniega de Thomas Mann o el Museo del Ámbar.
HISTORIA DE NIDA
En el último país pagano de Europa, que resistió la evangelización hasta 1387, es normal que las leyendas tenga un gran peso. Según las creencias locales fue el gigante del mar Neringa quién creó el istmo para formar un puerto protegido para el pueblo marinero.
Las montañas de arena contrastan con los frondosos bosques que cubren otras partes de la barra arenosa del istmo. La deforestación del siglo XVI significó la libertad para las dunas móviles empujadas por el viento, ocasionando que los pueblos quedasen sepultados.
Para ello se replantaron especies de árboles no autóctonos, esencialmente pinos (coníferas), abedules y alisos, pero que, gracias a sus dimensiones y fuertes raíces, permitieron compactar las dunas para fijarlas. Caminar por los senderos de los bosques permite desconectar por completo y sentir que estamos lejos de la civilización.
La población de Nida aparece mencionada como un asentamiento de curonianos bálticos a finales del siglo XIV, en textos monásticos de los caballeros teutónicos, que controlaban la zona. sin embargo su posición inicial estaba situada en Hohe Düne (Duna alta) en el cabo Grobštas, a 5km de donde la vemos hoy.
Después de la Guerra de los Trece Años (1454-1466), Nida estuvo marcado por el sino de de los Caballeros Teutónicos y de la Prusia Ducal. Con la creación del del Reino de Prusia pasó a sus manos en 1701.
Pero, poco después, en 1709, una epidemia de peste bubónica diezmo a casi toda la población. Además, por si fuera poco, el movimiento de las dunas amenazaba con cubrir el pueblo, y en 1730 se «mueve» al emplazamiento que hoy visitamos.
La relación estrecha con Prusia produjo que que ya desde finales del XIX la colonia de artistas y gente acomodada acudiera a pasar los veranos a Nida.
Escritores, poetas y pintores buscaban la pureza del paisaje del istmo de Curlandia para inspirarse. Para los artistas expresionistas las dunas eran sugerentes temáticas de sus lienzos.
La posada local de Herman Blode, que aún existe, fue el lugar en el que los artistas solían alojarse, reunirse y hablar de sus obras, compartiendo tragos. Algunos vivieron allí, como Lovis Corinth, Max Pechstein, Alfred Lichtwark, Karl Schmidt-Rottluff, Alfred Partikel, mientras que otros eran invitados temporales como Julius Freymuth y Eduard Bischoff, Ernst Wiechert y Carl Zuckmayer.
Aquellos que se enamoraron de Nida regresaron para construir su propia casa. Pese a que tras el armisticio de la Primera Guerra Mundial, Lituania consiguió la independencia fruto del Tratado de Versalles de 1919, los alemanes siguieron acudiendo a veranear o mantuvieron su residencia.
Solo con el advenimiento de la Alemania nazi, la ocupación de Lituania, y más tarde el avance soviético, muchos de esos artistas tuvieron que exiliarse para huir de la persecución.
Tras la guerra Nida recibió durante décadas a funcionarios y la élite del Partido Comunista que pasaban sus vacaciones. Y ya con independencia y la desintegración de la URSS fueron los lituanos los que disfrutan de la costa del istmo, reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
QUÉ VER EN NIDA
El centro de Nida es, sobre todo en verano, el lugar del istmo donde más gente puedes llegar a ver. Y no es mucha. Además de la casa de Thomas Mann, algunas iglesias curiosas o el museo del ámbar, Nida es perfecta para movernos desde allí a otros lugares cercarnos de interés.
La casa de Thomas Mann
Son muchos los que conocen la existencia de Nida gracias a Thomas Mann. Sus lectores sienten curiosidad por conocer la población lituana en la que el escritor pasó tres veranos.
El rastro de su estancia nos lleva a la preciosa casa de madera con vistas privilegiadas hacia el interior del istmo de Curlandia. Siguiendo a otros pintores que ya hablaban maravillas de Nida, Thomas Mann llegó en 1929 y encandilado, decidió construir su propia morada veraniega, bautizada como Onkel Toms Hütte (la cabaña del tío Tom) sobre el Schwiegermutterberg, el monte Suegra.
Fueron tres periodos estivales los que Mann pasó en Nida, escribiendo parte de sus libros, como José y sus hermanos. En 1933 la llegada de Hitler al poder impidió el regreso del escritor al istmo, e instalado en Suiza antes de cruzar el Atlántico rumbo a los Estados Unidos, ya no regresó más a su rincón de inspiración y reposo veraniego.
El artista Ernst Mollenhauer se encargó de la casa hasta que en 1939, los nazis la confiscaron para hospedar a oficiales de la Luftwaffe. Nadie dio importancia a la casa, salvo el poeta lituano Antanas Venclova, hasta que en los años 60 funcionó como biblioteca y se restauró en el año 1995/96 para convertirse en la casa-museo de Thomas Mann.
Casas y veletas de Nida
Pasear por Nida sin prisa nos permite advertir las curiosas veletas de las casas. Normalmente de metal y pintadas con colores, se usaban en las barcas y estaban personalizadas para indicar cada familia, o dicen incluso si el pescador estaba soltero o si tenía hijos.
Al perder su uso la gente empezó a ponerlas como decoración en las casas, y en algunas tiendas se pueden comprar souvenirs de las veletas, convertidas en un símbolo de Nida y Neringa. En el pequeño museo etnográfico de los pescadores de Nida se exhiben modelos que los pescadores llegaron a tallar en la madera.
Museo del ámbar báltico
La iniciativa de Virginija y Kazimieras Mizgiris por crear un museo especializado en el ámbar del istmo de Curlandia ha dado como fruto un espacio interactivo de mucho mérito, con presentaciones 3D narradas en español.
A través de una gran colección de objetos de ámbar se explica no solo la formación del ámbar gracias a la fosilización de la resina de árboles de hade 40-50 millones de años, si no de su morfología, colores, formas de extracción, la relación con el ser humano y su comercio; todo ello alrededor del hábitat del istmo de Curlandia, zona rica en ámbar.
La concepción del museo interactivo permite tocar, oler o probar incluso el licor de ámbar. Pero posiblemente lo que causa más asombro es observar las especies de plantas y animales que quedaron atrapados en la resina.
LUGARES EN LOS ALREDEDORES DE NIDA
Dunas del istmo de Curlandia
Las dunas son sin duda otro de los motivos diferenciales para venir al istmo y a Nida. Son un espacio protegido por la Unesco y por ello hay senderos que indica las zonas de dunas por las que podemos transitar. La duna de Parnidis es la más turística, siendo la más grande y cercana a Nida. Muy cerca está el reloj de sol de granito Saules Laikrodis.
Sin embargo, también es recomendable acercarse a la reserva natural de Nagliu, un área protegida que acoge dunas muertas o grises. A sus pies están los restos de la posada de Old Inn, una de las edificaciones que aún asoma, mostrando como sepultaron la antigua Nida.
Es importante hacer caso a las recomendaciones e indicaciones que explican la importancia de no alterar la fauna y flora local, vitales en la conservación de las dunas, cuyas dimensiones se han reducido de forma vertiginosa, llegando a perder hasta 20 metros de altura en apenas 50 años. Caminar sobre las dunas genera un desprendimiento que altera su frágil ecosistema.
Caminar en plena naturaleza
Si después de sentir la soledad de las dunas queremos mimetizarnos con el verde, son numerosos los senderos que se internan en bosques de pinos. A veces se pueden ver alces o jabalíes, entre otros animales entre los que destacan las aves.
Playas
Como todas las playas del istmo, las de Nida se hallan en la parte occidental, abiertas al mar, y por tanto el estado del mar marca la posibilidad de bañarse. El agua de color gris oscuro contrasta con la arena dorada en la que se suele ver piedras de ámbar batidas por el oleaje.
Colonia de cormoranes
En Juodkranté se encuentra una de las colonias de cormoranes más numerosas de Europa, posados en los árboles y que de hecho causan un problema al cubrir con su excremento blanco las copas de los pinos que pueden llegar a morir.
DÓNDE COMER EN NIDA
A lo largo del istmo hay restaurantes, normalmente en los pueblos. La gastronomía del istmo está basada en platos de pescado y marisco, siendo el ahumado la especialidad. El restaurante Rotonda o el Fisheria de Nida son una buena recomendación para comer.
Excursiones y tours a Nida
Las excursiones a Nida parten normalmente de Klaipeda, primero atravesando el río Danė en ferry, para luego continuar por el istmo de Curlandia y conociendo algunos de los lugares más destacados, como las dunas o la propia población de Nida. Los idiomas de los tours guiados suelen ser solo en inglés o alemán. También hay salidas en barca por el interior del istmo desde el muelle de Nida para ver la puesta de sol escondiéndose sobre las dunas.
Cómo llegar a Nida
El istmo es solo accesible por barco, de forma que para llegar a Nida con nuestro coche o bicicleta deberemos cruzar el río desde Klaipeda con los ferries. Para movernos por la franja hay que pagar una entrada al parque nacional, lo que nos da acceso a desplazarnos por todo el istmo.